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BM: La seguridad alimentaria de los más vulnerables

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CIUDAD DE PANAMÁ, 6 de diciembre de 2012 – Un nuevo conjunto de herramientas busca garantizar la salud y la seguridad alimentaria y nutricional de las madres vulnerables y sus niños en América Latina y el Caribe en caso de eventos económicos externos adversos o desastres naturales.

Diseñado por expertos del Banco Mundial, el manual provee asesoría en programas de respuesta nutricional de emergencia para gestores de políticas en la región, que se reúnen en una conferencia especializada los días 6 y 7 de diciembre para evaluar la iniciativa.

El conjunto de herramientas ofrece una guía clara a diseñadores de políticas y tomadores de decisiones sobre:

  • Medidas rentables para ayudar a los países a garantizar la seguridad nutricional de poblaciones en riesgo, como la promoción amplia de la lactancia materna y adaptar las raciones de comida y agua durante situaciones de emergencia para cubrir las necesidades de mujeres embarazadas y lactantes y de niños menores de dos años de edad;

  • Prevención de deficiencias de micronutrientes –falta de hierro, ácido fólico, vitamina A, zinc, entre otras- durante emergencias;

  • Tratamiento de malnutrición aguda;

  • Tratamiento eficiente de diarrea por medio del uso combinado de solución oral de rehidratación y zinc.

América Latina y el Caribe es una de las regiones del mundo más vulnerables a los desastres naturales, alzas en el precio de los alimentos y crisis humanitarias, según el estudio que se realizó como base para el conjunto de herramientas. En este contexto, una nueva crisis o situación de emergencia tendría gran impacto en el estatus nutricional de la población, notablemente de los menores. Se calcula que 7.2 millones de niños menores de cinco años padecen desnutrición crónica en América Latina y el Caribe.

El estudio “Cómo proteger y promover la nutrición materna e infantil: un conjunto de herramientas para situaciones de estabilidad, crisis y emergencia” contó con la participación de 130 encuestados críticos de doce países de América Latina y el Caribe. Muestra que la mayoría de las políticas y programas de respuesta a la crisis pasó por alto las necesidades esenciales de nutrición de las madres y sus hijos durante los primeros 1000 días de vida, un período crítico para el desarrollo de un niño.

Si se quiere erradicar la desnutrición en la región, estas iniciativas deben ser mejoradas, focalizarse mejor y priorizar a los grupos más vulnerables, concluye el estudio.

“Los primeros 1000 días de vida de un niño representan una ventana de oportunidad crítica para su crecimiento y desarrollo. La incapacidad de satisfacer las necesidades nutricionales de madres y niños como parte de la gestión de crisis deriva en sufrimiento humano y pérdida de oportunidades para el desarrollo del potencial de cada uno”, dijo Keith Hansen, Director de desarrollo humano del Banco Mundial para América Latina y el Caribe.

“Este conjunto de herramientas muestra que aquellas iniciativas que abordan exitosamente las necesidades nutricionales de las madres embarazadas y lactantes y de los niños más pequeños son la mejor inversión que un país puede realizar para proteger a los más vulnerables de la inseguridad alimentaria y la inestabilidad socioeconómica y ambiental”, agregó Hansen.

Según el estudio, estas acciones también pueden tener un impacto a largo plazo en el desarrollo económico y pueden ayudar a romper el ciclo intergeneracional de la pobreza que trae consigo la desnutrición.

La desnutrición disminuye la capacidad de un niño de resistir infecciones y enfermedades como la anemia y la diarrea, y es causante de daños físicos y cognitivos de por vida. La tasa de desnutrición entre los pobres y menos educados, así como entre poblaciones indígenas, son comparables a las tasas de algunos países de África sub-sahariana, señala el estudio. Apunta que cuando se sufre el embate de una crisis económica, la calidad de los alimentos consumidos por las familias disminuye, aumentando las tasas de malnutrición.

“En épocas de crisis, las familias pobres tienden a reducir la cantidad de alimentos que consumen o los reemplazan por alternativas de menor costo, como alimentos con azúcares y grasas saturadas, e incluso reducen la utilización de servicios de salud preventiva”, dijo Marie Chantal Messier, Especialista nutricional sénior del Banco Mundial y autora principal del conjunto de herramientas.

“En tiempos de dificultades económicas, las mujeres muchas veces consumen menos alimentos para proteger el consumo de sus hijos, comprometiendo su propia seguridad nutricional. Si están embarazadas, esto genera un ciclo perverso que daña tanto la salud de la madre como la de sus hijos”, dijo Messier.

La malnutrición no se limita a la calidad y cantidad de alimentos consumidos por la población, sino también está relacionada con el acceso a servicios de agua potable, saneamiento y salud.

El estudio insta a gobiernos y socios de desarrollo a maximizar el uso eficiente de los limitados recursos financieros y de gestión, a través priorizar iniciativas integrales que incluyan acciones de salud, nutrición, agricultura, agua, saneamiento y protección social.

El conjunto de herramientas es el resultado de una evaluación que comparó estándares internacionales con las iniciativas adoptadas por doce países de América Latina y el Caribe: Bolivia, Colombia, Dominica, El Salvador, Granada, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua, Panamá, Santa Lucía y San Vicente. Los países fueron seleccionados para formar parte del estudio luego de considerar su nivel de pobreza, tasa de desnutrición, vulnerabilidad ante desastres naturales y el aumento de la vulnerabilidad como resultado de la reciente crisis financiera mundial y alza en el precio de los alimentos.