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Una visión renovada de la paz: Abordar las causas fundamentales de los conflictos

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De los 8.000 millones de habitantes del planeta, alrededor de 1.200 millones conviven con alguna forma de conflicto. Ese número aumenta todos los días y, a medida que estamos más conectados, nadie es inmune a los efectos de los conflictos.

La guerra en Ucrania, que ha dejado claro que los conflictos son un desafío mundial compartido, ha tenido repercusiones catastróficas que van mucho más allá de los millones de habitantes del país y ha producido un drástico aumento de los precios de los alimentos, los fertilizantes y la energía en 74 países, con consecuencias nefastas para los más vulnerables.

El número de golpes de Estado, transiciones fallidas y conflictos políticos sin salida continúa aumentando, al igual que los desafíos de establecer y preservar la paz, aun con todos los recursos que ofrece el siglo XXI, aunque en ocasiones es debido a estos mismos recursos.

Las causas de la inestabilidad son cada vez más complejas e interdependientes y muchos de los acuerdos existentes de las Naciones Unidas no están a la altura de los desafíos.

“La organización de las Naciones Unidas no fue creada para llevar a la humanidad al cielo, sino para salvarla del infierno”
-Dag Hammarskjöld, ex Secretario General de las Naciones Unidas

Está claro que algo no está bien

El objetivo de la creación de las Naciones Unidas era no repetir las guerras del siglo XX, las cuales fueron las responsables de la destrucción de varias generaciones.

Casi 80 años después, la guerra en el Yemen ha alcanzado un precario cese de las hostilidades tras ocho años de conflicto.

El Afganistán se tambalea al borde del abismo de la pobreza universal.

Las familias en el Yemen y en Somalia padecen hambrunas y desnutrición.

Siria ha perdido cuatro decenios de progresos y la mitad de sus ciudadanos han sido desplazados.

En Ucrania, estamos viendo el regreso de la guerra a “escala industrial”, con efectos adversos sobre las vidas y los medios de subsistencia de millones de personas.

En lo que va del año, más de 100 millones de personas han sido desplazadas o se han visto obligadas a ser refugiadas. Es el número más alto desde la Segunda Guerra Mundial.

En 2020 el costo de la violencia se calculó en 14,96 billones de dólares de los Estados Unidos, es decir, 1.942 dólares por persona.

“¿A qué se debe que los países que consideramos fuertes son tan poderosos para crear guerras, pero tan débiles para traer la paz?”
-Malala Yousafzai, ganadora del Premio Nobel de la Paz

Los desafíos que enfrentamos están cada vez más interconectados

Al no adoptar medidas, no podemos esperar que estas tendencias se detengan, ya que las fuerzas detrás de los conflictos y de las divisiones siguen estando muy vigentes.

La desigualdad ha sido sumamente eficaz para desmoronar las sociedades. La COVID-19 es apenas uno de los factores detrás del primer retroceso en el desarrollo humano desde 1990, que ha dejado a los más vulnerables aún más rezagados.

En 2020, y como resultado de la pandemia, más del 60 % de los países perdieron terreno en cuanto a los derechos básicos.

La falta de confianza de las personas en nuestros líderes es cada vez más común. Durante el pasado decenio, las protestas sociales se han duplicado con creces. En el mismo período, 131 países no han logrado progresos en lo referido a la lucha contra la corrupción y 27 de ellos registran mínimos históricos en ese indicador.

Pese a sus esfuerzos, las mujeres y las niñas no han logrado que se las reconozca de manera genuina como ciudadanas en pie de igualdad, capaces de ocupar cargos de liderazgo. En más de 80 países nunca ha habido una jefa de Estado mujer. Al ritmo actual, se tardarán unos 145 años para alcanzar la paridad de género en el ámbito político. Existe una relación directa entre la escasa representación de las mujeres en el gobierno y la mayor incidencia de la violencia de género.

Han surgido nuevos ámbitos de conflicto y nuevas tecnologías que los agravan, pero no tenemos un conjunto sólido de normas para gestionarlos.

El grupo de las Naciones Unidas de respuesta a las crisis ha señalado la necesidad de abordar el problema que implican estos nuevos instrumentos, que van desde las redes sociales hasta los drones y la inteligencia artificial.

Todo esto ocurre en el contexto de la amenaza existencial que entraña la crisis climática. Aun si el mundo lograra llevar a cero las emisiones netas de carbono mañana, los efectos de las perniciosas desigualdades seguirían sintiéndose por décadas.

“Nos estamos adentrando en un terreno complejo. El proceso no es inevitable ni irreversible, pero muchas sociedades cuestionan cada vez más la noción de que las instituciones del Estado son un pilar en torno al cual podemos articular respuestas a las crisis”
-Achim Steiner, Administrador del PNUD

Es el momento de replantear nuestros enfoques

Así como nadie es inmune a la guerra y a los conflictos, nadie puede resolverlos por sí solo. Pese a la enormidad de la tarea que tenemos ante nosotros, tenemos el poder de cambiar las cosas si trabajamos juntos.

Para lograr la paz, debemos invertir en la paz sobre la base de la financiación, los valores cívicos y las personas. Y para que la paz sea sostenible, debemos invertir en el desarrollo y reconocer el papel clave que desempeñan las instituciones —sean formales, informales o civiles— en garantizar la aplicación de soluciones eficaces, de largo plazo y que cuenten con el respaldo de las naciones.

Desde 2015, el Servicio de Financiación para la Estabilización del PNUD en el Iraq ha ayudado a 8,5 millones de iraquíes, la mitad de ellos mujeres, a volver a sus hogares y recibir servicios básicos. Establecer un vínculo estrecho con los gobiernos locales y nacionales para fortalecer la confianza en las instituciones del país fue clave para el éxito de esta iniciativa.

Es muy importante velar por que todas las personas tengan el derecho a expresar sus opiniones, ya que la exclusión y la reducción del espacio cívico socavan la confianza y contribuyen al descontento social. Si queremos revertir la tendencia de la creciente polarización y la pérdida de confianza, debemos asegurarnos de que en todos los niveles del proceso de adopción de decisiones se tenga en cuenta la pluralidad de voces que conforman nuestra sociedad mundial.

En el Sahel, estamos trabajando para aprovechar el enorme potencial de la región, en particular de los jóvenes, ayudando a los países a escapar del ciclo de la pobreza y los conflictos mediante inversiones en energía y gobernanza y atacando las causas profundas de los conflictos violentos y el extremismo.

También debemos reconocer el papel clave y de vanguardia que desempeñan las comunidades en las iniciativas de prevención de los conflictos y consolidación de la paz, y asegurarnos de que nuestros esfuerzos las empoderen mediante inversiones para el desarrollo, en vez de hacerlas dependientes de la asistencia.

Consideramos que la creación de empleo es un aspecto esencial de la recuperación del Yemen , un país que se ha visto obligado a depender de la asistencia y que padece escasez alimentaria, no porque no haya alimentos, sino porque las familias no pueden costearlos. Hemos ayudado más de 440.000 yemenís a encontrar empleo en sectores que también permiten mejorar la infraestructura, como por ejemplo el reacondicionamiento de centros de salud y escuelas y la instalación de sistemas de energía solar para que las empresas y las instituciones puedan funcionar.

Los afganos, que viven en una situación de pobreza generalizada, con una economía que se ha desplomado con rapidez y depende de la asistencia, también necesitan trabajo desesperadamente. El programa ABADEI del PNUD ha permitido generar casi 45.000 jornadas de empleo a tiempo parcial en menos de tres meses.

En síntesis, como se destaca en Nuestra Agenda Común, necesitamos replantear nuestro enfoque hacia el multilateralismo si queremos superar los desafíos que enfrenta la humanidad.

Es por eso que plataformas como el Diálogo Internacional sobre la Consolidación de la Paz y la Construcción del Estado (IDPS por sus siglas en inglés), que reúnen a actores clave relacionados con esos ámbitos, cobran tanta importancia. En una época de creciente polarización, el IDPS ofrece un singular foro que promueve un diálogo político franco y la adopción de medidas, y abre un espacio de cooperación para los países afectados por el conflicto y la fragilidad, los socios para el desarrollo y las organizaciones de la sociedad civil. El PNUD, que recientemente ha sido designado para desempeñar las tareas de secretaría del Foro, espera contribuir con los esfuerzos de los miembros del IDPS para garantizar que nuestras iniciativas en materia de conflictos y fragilidad y nuestro apoyo en las zonas de conflicto sean eficaces, inclusivos y sostenibles.

Un compromiso renovado con la paz

La edición 2022 del Día Internacional de la Paz se celebra en un momento en que hemos comprendido claramente que las modalidades de trabajo y los mecanismos internacionales del pasado ya no son suficientes para dar respuesta a la creciente ola de polarización y conflictos.

Nos enfrentamos a desafíos enormes, complejos y de naturaleza interconectada, pero los entendemos bien y las soluciones están cada vez más claras.

Como se sugiere en la Nueva Agenda para la Paz de las Naciones Unidas, es momento de reexaminar lo antiguo y lo nuevo, los riesgos y los desafíos, y definir cómo la comunidad internacional puede trabajar en conjunto para cambiar los enfoques que no están logrando resultados, y sobre la base de una visión y un compromiso renovados, avanzar hacia los principios de las Naciones Unidas y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.