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La localización en el contexto del COVID-19 - Experiencia de las Caritas nacionales con la financiación humanitaria, las colaboraciones y los esfuerzos de coordinación durante la pandemia del COVID-19

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Caritas
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RESUMEN EJECUTIVO

Este documento resume las conclusiones de una encuesta y entrevistas con más de 60 organizaciones nacionales de Caritas sobre su experiencia con los enfoques de localización de las agencias de la ONU, los donantes y las ONGI durante la crisis del COVID-19. La sección principal de este documento está estructurada en torno a las conclusiones sobre las siguientes cuestiones: financiación, asociaciones-colaboraciones y coordinación. Se concluye con recomendaciones para los donantes, las agencias de la ONU y los miembros de la Confederación Caritas.

Las organizaciones confesionales nacionales y locales, incluyendo a las organizaciones nacionales de Caritas, han desempeñado un rol importante en primera línea de la respuesta, durante la pandemia del COVID-19. Los donantes, las agencias de la ONU y las ONGI lo reconocieron a nivel de políticas y se generaron orientaciones sobre la participación de los líderes religiosos, en aspectos críticos de la respuesta, como la comunicación de riesgos y la participación de la comunidad. Sin embargo, la respuesta internacional tuvo dificultades para acordar un reconocimiento de su papel en una colaboración significativa o a escala sobre el terreno. En junio de 2020, aproximadamente sólo el 1% de los fondos del COVID-19, canalizados a través del sistema de la ONU, llegaba a las ONG nacionales y locales, y una mínima parte de ellos a las organizaciones confesionales locales.

Algunas organizaciones confesionales nacionales, que mantenían colaboraciones a largo plazo con organismos de la ONU y donantes institucionales, describieron experiencias positivas en cuanto a la negociación de la flexibilidad para orientar los programas hacia la respuesta al COVID-19. Sin embargo, esto no fue algo constante y esa flexibilidad a veces se produjo a costa de recortar fondos para prioridades humanitarias y de desarrollo subyacentes, a más largo plazo. Asimismo, se apreciaron los esfuerzos por canalizar fondos a las ONG nacionales, a través de los fondos mancomunados de la ONU basados en países (CBPF, por su sigla en inglés) y el Fondo Central de Respuesta a Emergencias de la ONU (CERF, por su sigla en inglés). Sin embargo, sólo un pequeño número de Caritas nacionales y organizaciones confesionales se beneficiaron de los fondos mancomunados en el país (CBPF, por sus siglas en inglés), y ninguna de esas organizaciones se benefició de las subvenciones del CERF para las ONG. Con la financiación del CERF, a través de las agencias de la ONU o de ONGI, se suele encuadrar al asociado local como un subcontratista y, por tanto, no tiene un rol de liderazgo local de la acción humanitaria. Los CBPF de la ONU tienden a dar prioridad a las agencias internacionales, ya que el proceso está vinculado a la organización de los grupos temáticos, en los que dominan las ONGI, a menos que se tomen medidas deliberadas para dar prioridad a los agentes locales.

En lo que respecta a permitir una respuesta oportuna y eficaz, la mejor experiencia con la financiación y las asociaciones de calidad fue a través de mecanismos de financiación nacionales, que implican el liderazgo o el co-liderazgo de las ONG nacionales, incluyendo la Start Network y el Fondo LIFT, en Myanmar. Sin embargo, los donantes institucionales no han dotado de recursos suficientes a estos mecanismos. En el último año, las Caritas nacionales han empezado a ver cómo algunos asociados internacionales, que reciben financiación flexible y plurianual, les transmiten los beneficios de la misma (por ejemplo, Caritas Dinamarca como intermediaria de la financiación danesa), pero esto todavía no es la norma.

Un número significativo de ONG nacionales, miembros de la confederación Caritas, criticó el enfoque de-arriba-hacia-abajo y burocrático de las agencias internacionales, a la hora de relacionarse con ONG nacionales. Las agencias humanitarias dominantes prefieren a copartes nacionales que sean semejantes a su propia forma institucional y su manera de trabajar, y su enfoque de colaboración erosiona el carácter y el arraigo de los grupos de la sociedad civil, en las comunidades locales. El enfoque de la gestión de riesgos parece a menudo más impulsado por la preocupación de los donantes y las agencias internacionales respecto a su propia reputación, que por la comprensión de los riesgos a los que se enfrentan las ONG locales y el apoyo a la gestión de los mismos; el apoyo a las victimas de una mala gestión; o el fortalecimiento de la calidad de la asistencia en las comunidades afectadas por una crisis.

Recomendaciones generales:

  1. Aumentar el apoyo a las plataformas nacionales de financiación que promuevan el liderazgo de las ONG locales, la preparación y la financiación oportuna de los equipos de respuesta que estén en primera línea. El trabajo de colaboración establecido con las copartes desde largo plazo, antes de que se produzcan las crisis, son esenciales para hacer posible el potencial de los agentes locales en materia de preparación, resiliencia y respuesta. Las plataformas dirigidas por ONG son las mejor situadas para fomentar un enfoque holístico del refuerzo de capacidades, tanto institucionales como técnicas, específicas del sector de las ONG locales (por ejemplo, mediante el intercambio de capacidades sur/sur y el “aprendizaje con la práctica”).

  2. Ir más allá del seguimiento cuantitativo de la localización para evaluar la calidad de la financiación y las colaboraciones con las ONG locales. Los proyectos a corto plazo, que mantienen a las ONG locales atrapadas en papeles de subcontratistas, no fomentan el liderazgo local ni la resiliencia. En las crisis prolongadas y más allá de la fase de 3 meses, en las emergencias de inicio rápido, los organismos internacionales deben rendir cuentas sobre estrategias de salida eficaces y promoción del liderazgo local en la respuesta. Los organismos de la ONU y las ONGI que reciben financiación plurianual deben rendir cuentas a los asociados locales de la transmisión de beneficios.

  3. Reconocer y abordar los riesgos a los que se enfrentan las ONG locales, incluso mediante un enfoque global justo y coherente para cubrir los gastos generales de las ONG locales. La financiación de calidad a largo plazo y las plataformas nacionales, como se ha señalado anteriormente, son la clave para una asociación eficaz con las ONG locales, en la gestión de riesgos. Las políticas, los procedimientos, la formación y la cultura organizacional, necesarios para gestionar riesgos, no pueden financiarse con proyectos a corto plazo, sin apoyo para gastos generales. La tolerancia cero ante el fracaso en la gestión de irregularidades debería sustituir al actual enfoque reactivo, que centra la gestión de riesgos de reputación de los donantes, por encima de la gestión de riesgos a los que se enfrentan las comunidades o las ONG locales en situaciones de crisis.

  4. Involucrar a diversos agentes de la sociedad civil local, incluyendo a organizaciones religiosas, sin convertirlas en réplicas de agencias internacionales. Las prioridades para reforzar la participación de los agentes locales, en la coordinación y en los esfuerzos interinstitucionales más amplios, incluyen la eliminación de barreras lingüísticas, incrementar la participación subnacional (incluso a través de la coordinación basada en zonas) y la adopción de medidas más sistemáticas, en todo el Ciclo de Programas Humanitarios de la ONU y en las estructuras de coordinación (es decir, los equipos humanitarios locales (HCT), las grupos temáticos y los grupos de trabajo sectoriales) para involucrar a una gama más variada de agentes locales, incluyendo a grupos religiosos locales, organizaciones de derechos de la mujer, organizaciones de personas con discapacidad y redes juveniles. Habría que financiar a los foros nacionales de OSC y a las ONGI, que deberían actuar como “aliadas” de las ONG nacionales, en los procesos de coordinación; entre otras cosas, acompañando su participación, compartiendo información y perfilando su aportación al trabajo conjunto, incluyendo las actividades de incidencia.