Saltar al contenido principal

Global Hunger Index 2019: El desafío del hambre y el cambio climático

Países
Mundo
+ 2
Fuentes
Ayuda en Acción
+ 2
Fecha de publicación
Origen
Ver original

Bajo el título “El desafío del hambre y el cambio climático”, presentamos** este jueves en Madrid el informe Global Hunger Index (GHI) 2019, un ranking sobre el hambre en el mundo** que elabora anualmente Alliance 2015, la plataforma europea de ONG de la que somos miembros desde 2018.

De los 117 países de los que se dispone de datos, al ritmo actual de reducción del hambre, 45 países fracasarán en lograr el cumplimiento del ODS 2 – Hambre Cero en 2030. En 43 de ellos, los niveles de hambre son graves, en cuatro el hambre sigue siendo alarmante (Yemen, Madagascar, Zambia y Chad) y en uno es extremadamente alarmante (Rep. Centroafricana).

“Este informe muestra los fallos y éxitos en la lucha contra el hambre, pero también es una oportunidad para dialogar sobre las diferentes estrategias para acabar con ella”, comentaba Andrea Sonntag -responsable de Policy en Welthungerhilfe (ONG co-autora del GHI)- en la presentación celebrada en la sede de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB).

La edición de 2019 se centra en el vínculo directo entre cambio climático y la inseguridad alimentaria. La razón, desde 1990, los eventos meteorológicos extremos se han duplicado, lo que ha reducido los rendimientos de los principales cultivos, contribuyendo así al incremento del precio de los alimentos y la pérdida de ingresos, especialmente de las personas más vulnerables.

Si hay una conclusión clara derivada del GHI 2019, es la importancia que cobra la desigualdad a la hora de frenar (y hacer retroceder) los logros de la Agenda 2030. En relación al cambio climático y la seguridad alimentaria, hay cuatro inequidades clave: quienes menos contribuyen al cambio climático son las personas que más sufren sus consecuencias; las generaciones actuales y futuras son también las menos responsables y las que más lo sufrirán; los impactos climáticos son mucho mayores en las zonas más vulnerables; y la capacidad de hacer frente a dichos impactos es menor para quienes más los sufren.

Tras la presentación del informe y del diagnóstico sobre seguridad alimentaria y cambio climático en el Corredor Seco, inició una mesa de diálogo en la que participaron, entre otros, Fernando Mudarra (director general de Ayuda en Acción), Pilar Baselga (asesora de la Oficina de la Alta Comisionada para la Agenda 2030), Ana Regina Segura (jefa del área de desarrollo rural, seguridad alimentaria y nutrición de AECID), Enrique Yeves (director de FAO en España), Jennifer Nyberg (directora de World Food Programme en España), María Jesús Herrera (jefa de misión de la OIM en España) y Cristina Monge (directora de conversaciones en ECODES).

“**Las cifras que presentamos hoy son una vergüenza para nuestra sociedad, el hambre es un asunto de consecuencias muy graves al que no estamos dando una respuesta **estructural”, dijo contundente Mudarra. “Nos estamos perdiendo en definir conceptos y lo que faltan son soluciones concretas que suponen la diferencia entre vivir o morir para millones de personas”, concluyó.

“El cambio climático es un catalizador de problemas previos”, iniciaba así su intervención Cristina Monge de ECODES. “Es un fenómeno global y por eso requiere de soluciones globales; es complejo; y debemos ser conscientes de que hay situaciones que ya no tienen retorno”. Y puntualizó en referencia a las consecuencias adversas del incremento del calentamiento global: “cada grado más que evitemos estará salvando vidas humanas”.

Por su parte, Enrique Yeves de FAO destacó que es la “falta de voluntad política” la que no permite acabar con el hambre en el mundo. “Yo me pregunto, si retrocediéramos cuatro años, ¿seguirían firmando todos los países la Agenda 2030? Me temo que no. La voluntad para afrontar los retos del mundo global está disminuyendo y me parce muy peligroso”.

Ana Regina Segura (AECID) reforzó el planteamiento de Yeves durante su intervención: “Es fundamental tratar el hambre como un problema político. No es un problema técnico porque existen las capacidades técnicas de producción de alimentos, el problema está en el acceso. Las personas con menos acceso a los alimentos, además, no pueden producirlos”.

El número de personas que se enfrentan a inseguridad alimentaria y falta agua, además de a los efectos del cambio climático, supera los 95 millones. Debemos aumentar la resiliencia, fortalecer las capacidades nacionales y reforzar la prevención ante los desastres”, aportó Jennifer Nyberg del WFP.

María Jesús Herrera (OIM) puso de relieve el nexo evidente entre cambio climático y los desplazamientos forzados. “A la hora de buscar soluciones, debemos tener presente el enfoque basado en los derechos de las personas migrantes, también los de las migraciones medioambientales”.