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229 familias aún viven en carpas en Bolívar

Countries
Ecuador
Sources
El Comercio
Publication date
Origin
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Fabián Maisanche

A tres meses del temblor en Cumandá (Chimborazo), la ayuda no llega a los cantones afectados en Bolívar. Los cuatro hijos de Dolores Quinatoa improvisaron un cuarto y cocina en lo que fue el patio de su casa, ubicada en el céntrico barrio Santa Rita, de Chillanes. Utilizaron ocho maderos viejos como pilares.

Los plásticos, costales y una carpa donada por la Cruz Roja sirven como paredes y techo de la cocina.

Este espacio fue construido a un lado de los escombros de su casa, afectada por el temblor de 6.5 grados, que ocurrió el 6 de septiembre en Cumandá (Chimborazo), pero la mayor afectación se registró en la vecina Bolívar.

Datos del Servicio Nacional de Gestión de Riesgos indican que 444 viviendas resultaron afectadas, con daños graves, leves y moderados en Chillanes, San Miguel, Chimbo y Guaranda. La mayor parte de las casas dañadas está en la ­zona rural. Existen 287 familias damnificadas, de las cuales 229 viven en carpas donadas y el resto pernocta en las casas de sus familiares o de vecinos.

Hace una semana, el Evaluación de daños en cuatro cantones de Bolívar continúa inició la demolición de las edificaciones que representan un riesgo. En Santa Rita se deben derrocar 25 casas, de las cinco que ya fueron demolidas.

Entre lágrimas, Quinatoa cuenta cómo la vivienda de dos pisos construida hace más de 40 años con madera, bloques y tapial fue derrocada.

Una parte de los escombros cayó sobre el cuarto y la cocina, que fueron improvisados luego del fuerte sismo. “Los alimentos, ropa y juguetes de mis cinco nietos se destruyeron. Se acerca el invierno y no sabemos adónde ir”.

Ella desconoce aún si se beneficiará con la construcción de una nueva vivienda por parte del Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda (Miduvi). Según las autoridades provinciales, la Empresa Pública Casa Para Todos será la encargada de arreglar o edificar 229 viviendas para las familias de los cuatro cantones.

El gobernador Aníbal Coronel indicó que el Miduvi aprobó un presupuesto de USD 4,8 millones para la reconstrucción, pero el dinero aún no se ha entregado. Se desconoce cuándo se iniciarán las obras.

“Hemos cumplido con todos los requisitos que nos solicitaron los ministerios. Allí indicamos que la mayor afectación fue en infraestructura de vivienda”, aseguró Coronel. Las familias afectadas en Guacalgoto, San Francisco de Alagoto, Loma de Guacalgoto, Zumbe, Quilindala, Rumipamba, Bello Paraíso y otros continúan con los trámites para aplicar al bono de la vivienda. A la única notaría de Chillanes acuden los propietarios de terrenos con sus hijos.

Esperan más de dos o tres horas para ser atendidos e incluso días para legalizar las escrituras. Sin ese documento, las copias de la cédula y la ficha que registra los daños de la casa no se pueden entregar al Miduvi. Greta Bonilla, de la comunidad Zumbe, realizó la declaración juramentada de la compra de un terreno el martes. Ella adquirió los lotes que les correspondían a sus dos hermanos de una herencia de su madre, Elsia Huilca. Hizo un préstamo de USD 4 000 y hasta el momento, asegura, ya ha gastado USD 2 800.

Una parte del dinero se invirtió en los trámites de adquisición del predio y en la compra de materiales de construcción. “Una pared de la casa donde vivo con mi madre se cayó por el terremoto. Ya le arreglamos y esperamos beneficiarnos del bono”, aseguró Huilca. Para llegar a las zonas de Rumipamba y Loma de Guacalgoto se recorren caminos de tierra y piedras.

Las casas destruidas, al filo de la montaña, están rodeadas por sembríos de maíz, fréjol y arveja. Los propietarios caminan entre 15 y 30 minutos por angostos chaquiñanes para llegar a sus casas. Es el caso de Nelson y María Cevallos. Los esposos duermen en una carpa tomate donada por la antigua Secretaría de Riesgos. En el interior hay un colchón y varias cobijas.

En otra tienda de campaña elaborada con plásticos se encuentran la cama y armario de su hijo Daniel, su esposa Fanny y su pequeña Andrea. “Mi nieta no quiere entrar a la casa por miedo a que se caiga. Los cuartos dañados sirven de bodega para el maíz y no sabemos cuándo llegará la ayuda”, indica Nelson. En la Loma de Guacalgoto, los dos hijos de María Tenelema no quieren entrar a la casa.

La vivienda de madera, adquirida en 200 sucres en 1999, tambalea con el movimiento de las personas o de los animales. Los niños, de 5 y 9 años, tienen miedo: están un momento en la casa y luego salen presurosos. En el patio juegan con los perros, las gallinas y los pavos. “Mis hijos me ruegan que no durmamos ahí, pero ¿a dónde les voy a llevar?”, comenta.