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América Latina y el Caribe sufre reversión histórica de la pobreza rural

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La pobreza rural crece en dos millones de personas por primera vez en la última década, advierte una nueva publicación de la FAO

21 de noviembre de 2018, Buenos Aires– La pobreza en las zonas rurales de América Latina y el Caribe ha vuelto a crecer por primera vez desde hace una década, señala una nueva publicación de la FAO presentada hoy.

La primera edición del Panorama de la Pobreza Rural en América Latina y el Caribe, lanzada durante la Semana de la Alimentación y la Agricultura, advierte sobre una histórica reversión en la pobreza rural de la región, que creció en dos millones de personas entre 2014 y 2016, alcanzando un total de 59 millones personas.

Desde 1990 hasta 2014, la pobreza rural en la región había caído casi 20 puntos porcentuales, desde el 65 al 46 por ciento. Pero entre 2014 y 2016, tanto la pobreza como la pobreza extrema aumentaron dos puntos porcentuales cada una, alcanzando el 48,6 y el 22,5 por ciento respectivamente.

La última vez que la región pasó por un retroceso de esta magnitud en materia de pobreza rural fue por los efectos de la crisis financiera internacional de 2008.

“No podemos tolerar que uno de cada dos habitantes rurales sea pobre, y uno de cada cinco, indigente. Peor aún, hemos sufrido una reversión histórica, un quiebre que vuelve patente que nos estamos olvidando del campo”, señaló Julio Berdegué, Representante Regional de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Migración desde el campo vinculada a territorios diezmados por la pobreza y la vulnerabilidad climática

Una buena parte de las personas que migran por desesperanza, lo hacen desde zonas rurales diezmadas por la pobreza, la inseguridad y la vulnerabilidad ambiental, según el Panorama de la Pobreza Rural.

El informe indica que el ingreso laboral anual promedio de un trabajador del sector rural en América Latina el 2015 era de 363 dólares EE UU, menos de la mitad de los 804 dólares EE UU de los trabajadores urbanos, en el mismo año.

La mayor parte de las personas que dejan sus territorios de origen en Centroamericana lo hacen huyendo de municipios rurales, incluyendo pequeños pueblos y ciudades con menos de 100 000 habitantes. En Honduras, el 76 por ciento de quienes dejaron sus territorios provienen de 295 municipios rurales. En El Salvador, el 70 por ciento proviene de 257 municipios rurales, y en Guatemala el 61 por ciento de los emigrantes proviene de 325 municipios rurales.

“La migración irregular e insegura desde el campo es un asunto social y políticamente prioritario. Su solución incluye convertir los territorios rurales en lugares prósperos y socialmente cohesionados”, explicó Berdegué.

Según la FAO, eliminar la pobreza rural es clave para enfrentar a las economías ilegales como el tráfico ilícito de drogas, la trata de blancas, la tala de bosques y minería ilegal, que han ganado espacio en la región y aumentan la inseguridad en los territorios rurales.

El campo concentra la pobreza más dura

Según el Panorama de la Pobreza Rural, pese a que solo el 18 por ciento de la población de la región vive en zonas rurales, éstas concentran el 29 por ciento de todas las personas pobres de América Latina –59 millones– y el 41 por ciento de todos los pobres extremos de América Latina, 27 millones de mujeres y hombres.

“El campo y lo rural son lugares clave para el crecimiento económico de los países, para el desarrollo de sus exportaciones y para el empleo de millones. Allí está la base de la agroindustria, que impulsa la innovación científica y tecnológica en la región, y también está la agricultura familiar que hoy produce la mayor parte de los alimentos de consumo local”, explicó Berdegué.

El Panorama de la FAO destaca que hay países que han sido muy exitosos en su reducción de pobreza rural en la región: entre 1990 y 2014, Brasil redujo del 71 al 29 por ciento su pobreza rural; Bolivia del 79 en 1997 a 54 por ciento en 2013. Chile la bajó del 39 al 7 por ciento. Colombia redujo su pobreza rural del 61 por ciento en 1991 al 42 por ciento en 2014. De 2000 a 2015, Ecuador la redujo del 66 al 27 por ciento, y Paraguay del 70 al 51 por ciento. Perú la disminuyó del 73 al 46 por ciento, desde 1997 a 2014.

Sin embargo, en la región aún existen territorios que son verdaderas “trampas de pobreza”, incluso en países de ingreso altos. Persisten enormes brechas entre las posibilidades de desarrollo de los territorios urbanos y rurales: disminuir a la mitad la brecha que hoy existe entre el acceso a infraestructura básica y servicios educacionales de los jóvenes rurales, en comparación a los urbanos, tomaría -a la velocidad actual- entre 22 y 40 años en el Perú, entre 19 y 29 años en México y entre 17 y 41 años en Chile.

Sin desarrollo rural no habrá desarrollo sostenible

La meta 1.2 del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 1 llama a reducir al menos a la mitad la proporción de personas que viven en la pobreza al año 2030. Tomando en cuenta el ritmo de reducción de la pobreza en los últimos cinco años para dieciséis países de la región, varios no alcanzarán ésta meta en sus zonas rurales.

“Sin desarrollo rural no habrá desarrollo sostenible, ya que 132 de las 169 metas de los ODS están íntimamente vinculadas al desarrollo rural, y dos de cada diez metas sólo se pueden lograr en el campo”, explicó Berdegué.

5 soluciones para la pobreza rural

La publicación de la FAO destaca cinco medidas claves para retomar el rumbo de la reducción de la pobreza. La primera es la necesidad de crear sectores agrícolas eficientes, incluyentes y sostenibles. Esto puede lograrse fortaleciendo la inversión en bienes públicos, el aumento del acceso a la tierra, a servicios rurales, a mejor información y a la gestión de los riegos en el sector agrícola.

La segunda clave es la protección social ampliada: se debe aumentar la cobertura de la protección social para la población rural, además de promover sus sinergias con el sector productivo, especialmente con el sector agrícola.

Un tercer factor fundamental es la gestión sostenible de los recursos naturales; para ello se deben vincular las políticas de reducción de la pobreza con la sostenibilidad ambiental y promover la resiliencia de las poblaciones rurales ante los choques ambientales y económicos.

El impulso al empleo rural no-agrícola es la cuarta medida que destaca el Panorama: ello requiere fomentar los vínculos urbano-rurales, la inversión privada y la provisión de infraestructura básica, el encadenamiento del agro con mercados de bienes y servicios, y la implementación de programas públicos en esta área con presupuesto propio y a gran escala.

Mejorar la infraestructura es también fundamental para un campo sin pobreza: la FAO señala que se debe aumentar e intensificar la inversión pública en activos territoriales, y vincular la infraestructura con servicios públicos asociados.